Rosario Anzola: la violencia, venganza y retaliación han contribuido a la instalación de una cultura proclive a la corrupción
En Venezuela la cultura de la corrupción parece estar cada vez más arraigada en la sociedad, desde el poder es poco lo que se hace para combatirla. Arturo Uslar Pietri señalaba que “nadie duda de que existe la corrupción, pero no tenemos el valor de sancionarla. Y no tenemos el valor porque todos somos parte de esa tolerancia”, en este sentido, la escritora Rosario Anzola conversó con Conlalupa.com y nos habló de la necesidad de que desde las familias y el sistema educativo en general se rescate la ética y se inculquen valores que dejen de normalizar la corrupción como modo de vida.
-Cómo estudiosa del tema cultura, e incluso como protagonista, usted cree que en Venezuela hay una suerte de arraigo cultural en actitudes, acciones y disposiciones personales de los ciudadanos que propician, en el día a día, una cultura proclive a la corrupción.
En la historia de Venezuela hay un largo historial de corruptela, desde –incluso- la época de la conquista y la colonia. La lucha por el poder condujo por siglos a la utilización de las armas más inmorales. La guerra independentista, las guerras civiles, la guerra federal y el caudillismo asolaron la sociedad en una suerte de “sálvese quien pueda”, llevándose por delante los principios más elementales de convivencia pacífica. Esta actitud de violencia, venganza y retaliación ha contribuido a la instalación de una cultura proclive a la corrupción en todos los ámbitos, permeándose a todos los estratos de la sociedad.
En Venezuela, era “normal”, antes del chavismo, oír que fulano de tal era buen funcionario porque robaba y dejaba robar ¿Esa terrible herencia nos ayudó a normalizar la cultura de la corrupción?
No hay duda de que el arraigo cultural de la corrupción dio paso en el siglo XX a una permisividad que permitió y en muchos casos “justificó” que los funcionarios sintieran que el robo al erario público, las prebendas injustificadas y el cobro a quienes solicitaban sus servicios eran derechos adquiridos como parte de su sueldo y salario. Y lo más grave, es que el modelaje desde las figuras de autoridad (llámense gobernantes, jefes, patronos, padres y madres de familia, docentes, etc) ha instaurado patrones de conducta antiéticos que terminan asumiéndose como “normales” y aceptables.
Señalaba hace años un columnista colombiano. acerca de su país, que “esa sensación (certeza en algunos casos) de estar por encima de la legalidad se expresa y se asume de forma casi inconsciente en los compartimientos de todos los días de los miembros de la sociedad. En ese entorno: mentir, engañar, abusar de la confianza y del poder, ocultar información, maltratar, despreciar, humillar, robar… empiezan a convertirse en acciones y decisiones ya no solamente aceptables, sino incluso “deseables” y “recomendables” en todas las instancias de la sociedad: la empresa, el gobierno, la escuela, la vía pública, la familia… desde lo más simple y pequeño, hasta lo más grande y complejo”. Todo esto aplica hoy perfectamente a Venezuela, ¿Cómo podemos como sociedad salir de este entorno de corrupción?
Con educación, educación y más educación. Una educación de calidad, basada en los principios y valores fundamentales, en la conciencia de una ciudadanía co-responsable y en la empatía social.
Este arraigo cultural, esta aceptación generalizada de actitudes corruptas suponen un enorme reto para la sociedad en la lucha contra una cultura de corrupción. ¿Cuál debe ser el papel del ciudadano de a pie en esta lucha?
Siempre han existido ciudadanos y movimientos de la sociedad civil que han elevado su voz en contra de la corrupción y han propiciado acciones para modificar las actitudes antisociales, pero en la mayoría de los casos son acallados, perseguidos y anulados por oponerse a los factores de poder político.
¿Cuáles cree usted que son o serán los motivadores del cambio cultural en las organizaciones sociales? puede enumerarlos
- La familia, nuclear o extendida, como forjadora de una conciencia básica para dotar a sus miembros de una ética práctica y funcional que dé lugar a una convivencia pacífica, creadora y productiva basada en el esfuerzo propio en contraposición al “parasitismo estratégico” cuyo fin último es negociar votos mercenarios.
- Las acciones concertadas de la sociedad civil.
- El fortalecimiento de las organizaciones de defensa al ciudadano y a los derechos humanos.
- Los pensa de todo el sistema educativo, desde preescolar hasta la educación superior, que deben incluir la educación ciudadana y los valores prosociales como eje fundamental y transversal de la formación integral.
¿Cómo volver a inyectar conciencia moral y ética en el ADN de los venezolanos si de las instituciones fundamentales (familia y educación formal) no se está formando a los ciudadanos con sentido ético?
Con educación, educación y más educación. Mi desempeño pedagógico de muchos años me ha llevado a repensar la educación de Venezuela. Estoy escribiendo un libro con el tema de “desaprender la educación”, se trata de desmontar las bases corroídas de una sociedad injusta, manipulada y enferma para sembrar -sobre esos escombros- un pensamiento esperanzador y solidario.
Educar no es solamente proporcionar y evaluar conocimientos, es preparar para una vida digna, productiva, solidaria y respetuosa con los seres y con el planeta. Las teorías del aprendizaje se han centrado hasta ahora en el dominio de contenidos, en definiciones operacionales y en las maneras de medir los cambios de conducta frente a la instrucción. En algunos países, actualmente, se revisan los paradigmas educativos tratando de adaptar, ajustar y complementar los avances tecnológicos con la repercusión interna de la información y contenidos. Encontrar el para qué de la educación en el siglo XXI es un asunto de Estado, de políticas públicas acertadas y asertivas y de sobrevivencia de las civilizaciones.
Se comienza a comprender la importancia de generar la co-creación en los grupos de estudiantes, así como la convicción responsable de que las acciones humanas transforman el entorno, positiva o negativamente. Por eso ya no se trata de indagar cómo se aprende o por qué no se aprende, sino para qué se enseña y para qué se aprende. Durante siglos y como consecuencia de una educación academicista, los estudiantes han sido meras abstracciones, un número, acaso un pupitre.
Me consta el interés de los docentes por buscar mecanismos y herramientas que les permita formar a sus pupilos en el autoconocimiento, en la comprensión del otro, en la sensibilidad y en el afecto. Estos maestros y profesores, mal pagados y peor reconocidos, son unos héroes que tienen que bregar diariamente con el bullying o acoso, con la apatía de unos alumnos a quienes poco les interesa lo que le da la escuela, con el poco o ningún compromiso de los representantes y, sin embargo, mantienen una enorme disposición para transitar por los accidentados caminos que nos ha tocado recorrer. Por ellos y con ellos trabajo para que estos caminos se despejen.
Formar en el marco de la empatía y la alteridad es más importante que aprenderse fechas de hitos históricos, nombres de las capitales del mundo o anatomía humana. Sentimientos, creencias, valores y afectividad conducen al ejercicio del espíritu crítico y de la capacidad creadora. Afecto, sensibilidad y cognición son fuerzas complementarias para construir y reconstruir el bien común, que es lo mismo que decir: el bien en común. Pero nuestro sistema educativo es una camisa de fuerza para avanzar hacia un futuro promisorio que ya es presente en otras culturas.
-Es indiscutible que el cumplimiento de las leyes o el castigo por incumplimiento de estas son fundamentales para acabar con el arraigo de la cultura de la corrupción, es el sistema de justicia venezolano el más adecuado en la impartición de justicia
En un país como el nuestro, donde no existe el estado de derecho, las leyes son acomodaticias y hechas a la medida del régimen. Tendría que comenzarse por depurar todo el sistema de justicia y reeducar a sus miembros, desde los abogados en ejercicio hasta la corte suprema de justicia. Y… devolver a la ciudadanía la credibilidad y la confianza en las instituciones de justicia.
-Además de los sistemas de justicia, y de los valores individuales de los ciudadanos, el señalamiento público (para reconocer o para denunciar) de los actos privados, resulta ser una de las armas más poderosas para la auto-regulación del comportamiento individual en sociedad. Pero en Venezuela la opacidad y la falta de transparencia son aliados de la corrupción. El venezolano tiene miedo de denunciar y los funcionarios públicos actúan con opacidad.
No solamente hay miedo, también hay cansancio de denunciar, denunciar y denunciar, protestar, protestar y protestar sin que se vean los resultados. Esto ha llevado a un adormecimiento de gran parte de la sociedad que no reacciona, bien sea por frustración o porque lamentablemente se ha resignado a vivir “como vaya viviendo vamos viendo”. No obstante, la paciencia y la perseverancia saben hacerse esperanzas. No hay que desmayar en las denuncias y protestas.
¿El daño que le ha hecho la cultura de la corrupción a varias generaciones de venezolanos es superable
¡No tengo la menor duda de que es superable! He participado en muchos proyectos y programas donde se ha logrado la modificación de actitudes y conductas personales y colectivas a través de premisas vivenciales que permiten hacer conciencia de la corresponsabilidad personal en obligaciones y derechos para el funcionamiento de la sociedad y lo más importante: aprender a actuar prosocialmente desde una convicción ética.
¿Cómo caracteriza usted la corrupción en Venezuela?
Comoun cáncer que lamentablemente ha hecho metástasis en la sociedad. Esta metáfora permite abordar la lucha contra la corrupción con todas las “medicinas y tratamientos” mencionados en las respuestas anteriores.

Rosario Anzola
Escritora e investigadora, autora y compositora de música para niños y niñas. Consultora corporativa de organizaciones, mercadeo y publicidad.