
El País: La corrupción de PDVSA golpea de lleno al chavismo, de modelo a lastre para la economía de Venezuela
Los años de mayores ingresos petroleros en Venezuela por el alza que vivió el precio del barril en los tiempos de Hugo Chávez han desencadenado la mayor corrupción que ha vivido el país. Ahora, cuando la producción de la industria venezolana ha llegado a sus mínimos, los malos manejos políticos siguen dilapidando el escaso dinero que entra en el país petrolero. La empresa estatal PDVSA vive un nuevo proceso de purgas con las detenciones de altos funcionarios y la renuncia, este lunes, de Tareck El Aissami como ministro del área tras una investigación por corrupción en las entrañas de la petrolera estatal venezolana. El chavismo ha tenido que enfrentarse a la que durante años fue la gallina de los huevos de oro de Venezuela y se convirtió en la caja chica de una enorme élite que creció en los años del chavismo.
La empresa estatal inició sus operaciones en enero de 1976, tras la nacionalización del petróleo, y durante las últimas décadas del siglo XX fue una rara avis en medio de la tradicionalmente corrupta y disfuncional administración pública latinoamericana. Un año antes de que Hugo Chávez llegara al poder, PDVSA producía 3,2 millones de barriles al día y agrupaba a un conglomerado de empresas extranjeras fusionadas de las que heredó los procesos de operación, los sistemas de balance y control, estándares y prácticas que la hicieron funcionar como las grandes transnacionales del petróleo.
La cultura de la llamada meritocracia convirtió a su nómina en una plantilla de grandes capacidades, contra la que el chavismo fue en 2003 después de la huelga a la que se sumaron los trabajadores petroleros por el viraje que estaba tomando el Gobierno. Fue una de las primeras crisis políticas de la revolución bolivariana. De esos años es la recordada escena de Chávez en televisión, haciendo sonar un pito mientras declara el “off side” a un grupo gerente de PDVSA, al que siguió una lista de más de 18.000 trabajadores que fueron despedidos por participar en el paro, publicada en la prensa oficialista. Ese modelo de empresa pública que funcionaba con la eficiencia de una privada, la idea de que su personal con alta calificación y sueldos competitivos eran una suerte de privilegiados chocó contra el socialismo bolivariano de Chávez.
De esa purga que llevó a la desprofesionalización vienen los lodos de este colapso de una industria altamente tecnificada. Durante más de una década, gobernó PDVSA Rafael Ramírez, uno de los grandes alfiles de Chávez, y la sombra bajo la cual también se perdieron grandes cantidades de recursos en distintos esquemas de corrupción. La convirtió entonces en la PDVSA “roja, rojita”, un brazo político del chavismo que tejió una red de apoyo internacional con la llamada petrodiplomacia, es decir, la venta con descuentos a aliados ideológicos. Sin embargo, el principal cliente de PDVSA siguió siendo Estados Unidos, con la venta de 500.000 barriles diarios hasta 2019, con la entrada en vigor de las sanciones que impuso Donald Trump. Ramírez salió de la empresa con Nicolás Maduro, tras la muerte de Chávez, y se convirtió en un opositor a su Gobierno.
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