El problema más grave y complejo que tiene Venezuela es el ciclo de corrupción/ impunidad. Se van sumando los escándalos y nadie parece pagar las consecuencias, al final pagamos todos. El desempeño del Estado en salud, educación, infraestructura, educación, medio ambiente, empleo, salarios, moneda, combate a la pobreza, están íntimamente ligados a la corrupción.
Tenemos que aceptar que más allá que gobernantes corruptos, las dimensiones pública y privada se mezclan al punto de que la primera implica leyes y procesos en los que actúan distintos actores de la vida política nacional e internacional. El segundo incluye a todos los venezolanos que de diversas maneras podemos terminar siendo cómplices activos o pasivos de actos de corrupción.
Nos llegó la hora de asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos frente al fenómeno de la corrupción:
Lo primero es informarnos y para no ser parte del problema y sí de la solución, y entender claramente qué es la corrupción. Hagamos el esfuerzo de decir qué es en ocho palabras: “El uso del poder público para fines privados”.
Lo segundo es conocer los tipos más comunes de corrupción en los que puede estar involucrado un ciudadano común, algunos son: “El soborno, el desvío de recursos, el peculado, el tráfico de influencias y el blanqueo de recursos provenientes de la corrupción,” por citar ejemplos.
Estas conductas ocurren de manera oculta, mediante redes complejas y organizadas, sea de manera aislada u ocasional. Pueden implicar complejas estrategias financieras o burdos regalos o efectivo de manera directa o indirecta.
La sanción legal parece una amenaza poco creíble para el ciudadano. Tengamos claro que instituciones eficaces que castiguen la corrupción es indispensable, pero aún sin castigo existen consecuencias que nos afectan a todos.